El caso de la Revista Anfibia evidencia la red de financiación de la enloquecida agenda ‘woke’

La Revista Anfibia comunicaba su indignación por dejar de percibir dinero de los contribuyentes estadounidenses para su mantenimiento

Noticias03 de febrero de 2025 Karina Mariani, Gac Ib
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Agenda ‘woke’

En la película The Big Short: Inside the Doomsday Machine, su director Adam McKay rastrea las raíces del colapso de las hipotecas subprime a través de una serie de personajes que logran ver anticipadamente el desastre que se avecina.

Uno de ellos, un inversor llamado Baum (Steve Carell) protagoniza una de las secuencias más brutales del film. Baum viaja junto a sus asociados a Florida para investigar la naturaleza de las hipotecas que estaban al borde de la quiebra.

En su viaje de descubrimiento se encuentran con varias hipotecas a casas abandonadas, stripers con sueldos magros que compraban varias casas a la vez sin ningún respaldo económico y un par de consultores hipotecarios sin escrúpulos, que abierta y cínicamente les cuentan la forma en la que otorgan préstamos hipotecarios de seis cifras a compradores sin ingresos.

Al borde del ataque de nervios y totalmente desconcertado, Baum se aparta de la conversación y pregunta a uno de sus socios: «¿Por qué están confesando?», a lo que estos le contestan: «No lo están haciendo»; «Están alardeando».

 El viernes pasado ocurrió un evento muy esclarecedor acerca del funcionamiento (insólito? conspirativo? cínico? absurdo?) de la red de financiación de la enloquecida agenda woke.

En un posteo auntoinculpatorio, en la red más odiada por la izquierda mundial: X, la cuenta oficial de la Revista Anfibia dijo: «¿Sabías que Trump congeló los fondos que entrega a la cooperación internacional y muchos medios y organizaciones de la sociedad civil perdieron financiamientos? Esta semana Anfibia perdió un porcentaje importante de su presupuesto».

La burla en las redes no se hizo esperar, y es que la Revista Anfibia ha sido la usina de narrativa más sofisticada que tuvo el kirchnerismo. Fue también parte de una red inextricable de apoyos, contactos, becas y subvenciones que superan la imaginación del conspiranoico más avezado.

Su línea editorial impulsó la propaganda socialista y fue sostén argumentativo del indigenismo, del culto al pobrismo y a la degradación de espacios urbanos, de la romantización de la marginalidad, el indigenismo, y del resto de los «ismos» que componen la agenda de la izquierda radical.

Pero resultó que en este sentido mensaje, la Revista Anfibia comunicaba su indignación por dejar de percibir dinero de los contribuyentes estadounidenses para su mantenimiento: «Trump congeló los fondos que entrega». ¿Quién entrega? ¿A cambio de qué? ¿Con qué fines? ¿A quiénes?

Muchos son los interrogantes que el posteo de Anfibia puso de manifiesto; sobre todo tratándose de una revista surgida en el apogeo del Gobierno de Cristina Kirchner y del wokismo mundial, entre los años 2012/2013, en una universidad pública argentina del conurbano bonaerense.

Imaginemos cuál podría ser el interés de un ciudadano de Utah, que posiblemente haya padecido las inclemencias de la ruinosa economía demócrata, de financiar con sus impuestos a gobiernos y militantes socialistas de latinoamérica, que además odian a EEUU.

La respuesta hay que buscarla en el hilo conductor que une a las agencias del Departamento de Estado de EEUU (eso que Trump llama «el Pantano» y que pretende purgar), con ONG como Open Society, con corporaciones y la totalidad de los organismos supranacionales ya sean ONU o CELAC; sumados a una constelación de medios de comunicación artificiales que viven del dinero que los Estados ponen para legitimar su ingeniería social y su ataque sistemático a la libertad y a la democracia.

Es ese hilo que forma la tela de araña de la agenda de totalitarismo hegemónico que cooptó a occidente desde principios de siglo. Se trata del factor común que une los discursos de Guterres, Petro, Greta Thunberg, Von der Leyen, corporaciones financieras o del entretenimiento, las estrellas de Hollywood, el PCCH, Biden o Maduro: la agenda de control social más conocida como woke.

Según se presenta a sí misma: «Anfibia es una revista de editorxs. Hacemos de cada nota un proceso. Construimos saber y mirada de forma colectiva, en diálogo con cada autorx. (…) Anfibia es una usina de proyectos de comunicación y de programas de formación internacional (…).

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En las palabras y en las imágenes, incluso en aquellas que responden a una belleza no hegemónica y que visibilizan los temas que nos resistimos a ver. Anfibia es una carta a lxs amigxs del futuro». Pero lo cierto es que durante años, Anfibia vivió de financiamientos internos y externos para sostener el marketing que le marcaban sus amos.

Anfibia funcionó como lacayo del autoritarismo covídico, alabando a los peores tiranos de los confinamientos y la supresión de derechos: «Desde el comienzo de la pandemia, el gobierno argentino planteó medidas de cuidado tempranas diferenciándose de países gobernados por líderes negacionistas» rezaba el pasquín mientras el gobierno de Alberto Fernández atacaba con vileza a su población, encerrando, golpeando, suprimiendo derechos y torturando a los argentinos que se hundían en la miseria.

Anfibia militó a los candidatos del Partido Demócrata y se lamentó amargamente del triunfo de Trump en ¿Cómo pudimos creer que ganaría Kamala? «Otra vez subestimamos al capitalismo. La crisis del sistema abre las puertas de un nuevo orden, la posdemocracia»; pero por algún motivo pretendían que la Administración Trump siguiera pagando sus sueldos.

Cuando Trump decidió congelar los fondos que sin control se destinaban a la cooperación internacional, y que, mayoritariamente van a movimientos anticapitalistas que atentaban contra EEUU en su propio suelo, la decisión afectó a los anticapitalistas de Anfibia, cuyo cinismo no conoce techo.

Pero los dudosos flujos de capital que daban vida a Anfibia eran conocidos en los círculos periodísticos desde sus inicios, gracias a las feroces internas que existían dentro del kirchnerismo. Gracias a las sempiternas guerras civiles dentro del peronismo, en el año 2021 la Agencia Paco Urondo publicó que la fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy- NED), había otorgado a la Asociación Civil Cronos, responsable de la creación de la Revista Anfibia, nada menos que US$80.000 para «formar periodistas cubanos para que cubran la violencia y crisis en la pandemia Covid-19». El CEO de la NED, Damon Wilson, trabajaba para el presidente Obama.

La publicación mostraba también las alianzas de Cronos con la Open Society Fundation de George Soros que les habría otorgado reiteradamente suculentos fondos. Cronos, además, es responsable de «Cosecha Roja«, un portal de medios ultraizquierdista que nació en 2010 en encuentros organizados por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y Open Society Institute (OSI) y que está subvencionado directamente por Open Society, con una serie de contenidos que dan cuenta de su sesgo ideológico fanatizado.

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La Asociación Civil Cronos se describe a sí misma como una «Asociación Civil para el fomento y el desarrollo de la comunicación social. Nuestros medios principales son Revista Anfibia y Cosecha Roja. También somos una escuela de periodismo y un laboratorio de experimentación». Su director y fundador, Cristian Alarcón, también fue becado como profesor visitante por el Lozano Long Institute of Latin American Studies de la Universidad de Austin, Texas.

Alarcón es protagonista de piezas execrables del periodismo argentino. Por ejemplo, fue quién, para sostener la imagen del kirchnerismo, publicó información falsa sobre la muerte del fiscal Nisman. La fake publicada por Alarcón se titulaba «Nisman: 1,73 de alcohol en sangre y una botella de vodka ‘a medio consumir», y afirmaba que el fiscal asesinado, en el momento de su muerte estaba en «un estado de embriaguez elevado» y que «es común que los suicidas consuman elevadas cantidades de alcohol antes de quitarse la vida». Esta mentira apuntalaba la hipótesis del Gobierno de Cristina Kirchner que sostenía que Nisman se había suicidado.

Alarcón, que ya dirigía la Revista Anfibia, publicó estas difamaciones contra el fiscal Nisman desde el portal de noticias INFOJUS perteneciente al Ministerio de Justicia argentino. Infojus había sido creado por el kirchnerismo para contrarrestar la información del sitio de noticias manejado por la Corte Suprema que en aquel entonces se encontraba enfrentada con el gobierno. Infojus, a cargo de Alarcón, fue una herramienta kirchnerista de ataque a la oposición.

Con estos antecedentes, cuesta comprender por qué Anfibia se expuso al publicar su queja por dejar de recibir los fondos de EEUU. Como en la escena de «The Big Short», la pregunta es: «¿Por qué se están confesando?». La respuesta es simple, como en la película, los cínicos no ven lo corrupto y deshonesto de su negocio. Efectivamente, los directores de la Revista Anfibia estaban alardeando su deshonor.

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